Estrategias para promover la asistencia y participación en tiempos de pandemia

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¿Por qué es importante?

1. Todos los niños y niñas tienen derecho a la educación

Todo niño y niña tienen derecho a la educación, ello está consagrado en la Convención de los Derechos del Niño e implica que: 

- Todo niño o niña tiene derecho a aprender aquello que desarrolle al máximo su personalidad y capacidades intelectuales, físicas y sociales.
- Todo niño o niña tiene derecho a recibir educación. La enseñanza primaria y secundaria debería ser gratuita y obligatoria para todos los niños/as y adolescentes.
- Todo niño y niña tiene derecho a jugar y tener actividades recreativas.
- Todo niño y niña tiene derecho a reunirse con amigos/as para pensar proyectos a la par o intercambiar ideas.
- Todo niño o niña tiene derecho a participar activamente en la vida cultural de su comunidad a través de la música, la pintura, el teatro, el cine o cualquier medio de expresión. 

2. La asistencia a clases favorece la adquisición del aprendizaje 

En el ámbito social la escuela aparece como el espacio de socialización primaria por excelencia, ya que permite la interacción entre pares y docentes-estudiantes. De acuerdo con Jean Piaget, psicólogo reconocido por su aporte al estudio de la infancia y la teoría constructivista del desarrollo de la inteligencia, es en dicho diálogo que los/as estudiantes adquieren los elementos para la formación de su identidad personal y social. 

Las clases presenciales estimulan la motivación, posibilitan la participación libre y espontánea de los niños y niñas en ejercicios de aprendizaje colaborativo y colectivo, donde cada uno/a desempeña un rol específico. El contacto con sus pares en las sala de clases, con los/as amigos/as de otros cursos y con las educadoras y docentes, genera alegría en nuestros niños y niñas y ello les impulsa a aprender. Además, en la escuela crean lazos de amistad y se fortalecen valores como el compañerismo y la solidaridad, ello contribuye a generar autoconfianza, seguridad en el otro y a reforzar aprendizajes o comprender instrucciones. 

De forma adicional, se debe tener presente que algunas de las funciones de la escuela son difíciles de reemplazar, sobre todo cuando se trata de los/as estudiantes más pequeños/as, cuyo proceso educativo no solo se centra exclusivamente en la transmisión de contenidos, sino que incorpora el desarrollo de las funciones ejecutivas como el control de comportamiento, elaboración de metas, memoria, entre otras, que se comienzan a desarrollar entre los 3 y 5 años. Habilidades que no pueden ser enseñadas de forma remota (Lancet Child Adolesc Health, 2020). 

3. La exclusión es un puente hacia la deserción escolar 

En el año 2020 y parte de este 2021, vivimos un sistema de educación remota. Al respecto estudios señalan que un 30% de niños y niñas de Educación Inicial dedicaron solo una hora o menos a experiencias de aprendizaje (CIAE-UChile, 2020), y la mayoría de las escuelas municipales manifestaron que el principal problema de la educación remota ha sido la conectividad (DirectoresUDP/CIAE/PUCV, 2020) 

En el 2do semestre de 2021, gracias al cambio de fases por la situación pandemia, varias escuelas comenzaron a tener nuevamente clases presenciales, lo que afortunadamente trajo consigo un alza de estudiantes que asiste presencialmente. No obstante, producto de los aforos máximos en algunos establecimientos, estos estudiantes no pueden asistir todos los días a clases. Esto genera la necesidad de que al estar desde casa puedan participar para no perder oportunidad de aprender, este desafío también se da con muchos de los/las estudiantes cuyas familias han decidido no enviarles presencialmente. 

De no hacernos cargo de este grupo de estudiantes, sobre de todo de aquellos que por decisión de sus familias definitivamente seguirán con la educación desde casa, se amplía el riesgo de exclusión escolar como puente hacia la deserción, la cual es definida como “el hito del abandono que se inicia con un progresivo distanciamiento del espacio escolar causado por el proceso de la exclusión educativa, en el cual el sistema y la familia son los que inciden en la decisión del estudiante de dejar de asistir”. (Ministerio de Educación, Centro de Estudios 2020). 

 

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