Estrategia de Escritura Emergente

A través de la exposición a los distintos textos y formatos  comienzan a desarrollar sus propios conceptos acerca de la escritura. Paralelamente empiezan también a expresarse de forma gráfica, sin haber recibido una enseñanza formal o explícita en escritura. Por ejemplo, un niño/a puede escribir una “carta” a su mamá que sea un dibujo. Quizás con este dibujo quería decirle cuánto la quiere, o que le gustaría estar con ella todo el día.

Recordemos que este es un proceso de largo plazo que comienza con los primeros trazos y termina con el dominio de la escritura convencional, que se expresa a través del lápiz y papel.

Los niños y niñas aprenden la importancia de las letras y sonidos y las relaciones espaciales entre los símbolos. De igual forma, aprenden el para qué sirve la escritura, es decir, la variedad de propósitos de ella y los distintos formatos en que se pueden presentar.  Por ejemplo, si un niño/a observa a su mamá hacer la lista de compras del supermercado, escribir un e-mail o anotar en su agenda un recordatorio, poco a poco comenzará a comprender que los mensajes comparten una intención comunicativa, o un propósito, utilizando distintos formatos.

Si bien las primeras aproximaciones a la escritura involucran capacidades motrices de los niños/as, “no podemos reducir la escritura a una simple actividad motora porque no se trata de trazar sino de producir textos, textos con sentido completo que responden a una intencionalidad, a una necesidad; textos con una finalidad y un destinatario” (Molina y Carvajal, 2003).

Existe una estrecha relación entre lectura, lenguaje y escritura, principalmente porque la capacidad de escribir surge del lenguaje oral y está vinculada con el proceso de aprender a leer. Es decir, el niño/a en esta etapa descubre que aquellas palabras que escucha o que lee, pueden a su vez ser escritas.